lunes, 21 de julio de 2014

BIOGRAFIA CARLOS AUGUSTO SALAVERRI




Nació en Piura en 1830. Fue hijo espurio del caudillo Felipe Santiago Salaverry y de doña Vicenta Ramírez. Su condición de hijo natural provocó el retraimiento y la melancolía del poeta.

Establecido en Lima, el general Salaverry trajo a su hijo a esta ciudad para vigilar su formación y ponerlo al cuidado de su esposa, doña Juana Pérez Infantas.
Derrotado el general por Santa Cruz, y fusilado en Arequipa, la viuda y sus dos hijos –natural uno, legítimo el otro – debieron huir a chile para librarse de la persecución de los enemigos de don Felipe Santiago.

Regresaron al Perú 4 años después. A la edad de 15 años, Carlos Augusto inicio la carrera militar, en la que ascendió hasta el grado de teniente coronel. Se casó con Mercedes Felices, cuando él tenía 20 años.

Fue un matrimonio efímero. Después amó as Ismena Torres, cuya familia se trasladó a Europa para no verla vinculada al nombre del poeta. El diario en prosa escrito por Salaverry para registrar las incidencias de su idilio con Ismena se convirtió después, transpuesto al verso, en su mejor obra: Cartas a un Ángel.

Fue secretario del presidente Mariano Ignacio Prado y combatió en la batalla del 2 de mayo de 1866. Se enroló en la diplomacia, lo cual le permitió visitar Estados unidos, Inglaterra, Francia e Italia. Estaba en París cuando suprimieron su cargo, y durante 6 años vivió acosado por los sinsabores. Ya en Lima, fue partidario del presidente García Calderón.

Marchó nuevamente a París para contraer matrimonio. Durante su viaje de bodas, en Alemania, lo atacó la parálisis. Murió en parís en 1891.

OBRAS :

Arturo.
Atahualpa.
El Bello Ideal.
El Amor y el Oro.
Albores y Destellos.
Diamantes y Perlas.
Misterios de la Tumba.
Cartas a un Ángel.
Acuérdate de mí


Poema Acuérdate de Mí

¡Oh! cuánto tiempo silenciosa el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmovil: ya no cuenta
las horas que se van!
No siente los minutos cadenciosos
a golpe igual del corazón que adora
aspirando la magia embriagadora
de tu amoroso afán.

Ya no late, ni siente, ni aún respira
petrificada el alma allá en lo interno;
tu cifra en mármol con buril eterno
queda grabada en mí!
Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto,
muerto para el amor y la ventura
esta en tu corazón mi sepultura
y el cadáver aquí!

En este corazón ya enmudecido
cual la ruina de un templo silencioso,
vacío, abandonado, pavoroso
sin luz y sin rumor;
Embalsamadas ondas de armonía
elevábanse a un tiempo en sus altares;
y vibraban melódicos cantares
los ecos de tu amor.

Parece ayer! ...De nuestros labios mudos
el suspiro de ¡"Adiós" volaba al cielo,
y escondías la faz en tu pañuelo
para mejor llorar!
Hoy... nos apartan los profundos senos
de dos inmensidades que has querido,
y es más triste y más hondo el de tu olvido
que el abismo del mar!

Pero, ¿qué es este mar? ¿qué es el espacio,
qué la distancia, ni los altos montes?
Ni qué son esos turbios horizontes
que mira desde aquí;
si al través del espacio de las cumbres,
de ese ancho mar y de ese firmamento,
vuela por el azul mi pensamiento
y vive junto a ti:

Si yo tus alas invisibles veo,
te llevo dentro del alma estás conmigo,
tu sombra soy y dónde vas te sigo
por tus huellas en pos!
Y en vano intentan que mi nombre olvides;
nacieron, nuestras almas enlazadas,
y en el mismo crisol purificadas
por la mano de Dios.

Tú eres la misma aún;
cual otros días suspéndanse tus brazos de mi cuello;
veo tu rostro apasionado y bello
mirarme y sonreír;
aspiro de tus labios el aliento
como el perfume de claveles rojos,
y brilla siempre en tus azules ojos
mi sol, ¡mi porvenir!

Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido;
mi nombre está en la atmósfera, en la brisa,
y ocultas a través de tu sonrisa
lágrimas de dolor; pues mi recuerdo tu memoria asalta,
y a pesar tuyo por mi amor suspiras,
y hasta el ambiente mismo que respiras
te repite ¡mi amor!

¡Oh! cuando vea en la desierta playa,
con mi tristeza y mi dolor a solas,
el vaivén incesante de las olas,
me acordaré de tí;
Cuando veas que una ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo,
buscando un nido entre el mar y el cielo,
¡Acuérdate de mí!


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